Saborear la lujuria.

Era un cuarto que apestaba, no se si a pudrición o a sudor.
Accesoria de esas que ponen misceláneas o tiendas de algo
y no había mas que luz en un foco en el centro.
Dos tipos sentados en el suelo, y otros dos sentados a la mesa
jugando baraja.
Fue como un relámpago, y en ese momento, uno se abalanzo sobre
otro con la intención de producir en él, sensaciones que muy pronto
permitirían extender sus fantasias, y dejar todo tipo de inhibiciòn, de lado.
Comenzaron con besos...luego, fueron sus lenguas las que tomaron el protagonismo, propio
de un relato erótico.
Lenguas que, serían, escaleras de pequeños cosquilleos en sus pechos, que erectos de lujuria pedían a gritos, mordiscos.
Uno tomó un dedo y lo sumergió en su boca, y suavemente, lo introdujo en el ano de su compañero...hasta sentir una gran dilatación...evidenciando la calentura que se gestaba en su
anatomía.
Primero eran movimientos rutinarios...de entrada y salida. Paulatinamente, se incorporaban nuevos, como curvaturas al costado y hacia el otro...después, ya no era solo uno, eran dos y hasta tres dedos, que fuertemente, iban penetrando el trasero de su presa sexual.
Gemidos...y agonías, típicas de una noche de verano a lo Shakeaspeare.
Imaginar en la cabeza de ellos, la fantasía que se estaba generando, era como llamar a duelo, al mismo Lucifer con Dios...una tarea imposible de contar con soló letras.
Eran dos hombres...calientes, duros deseosos de recibir y de dar placer, a través de sus vergas jugosas, rojas y venosas.
Querían ser cogidos con la fuerza inquebrantable de un guerrero prehistórico, con una fuerza capaz de derribar sus virtuosos pensamientos. Capaces de penetrar en el mundo de la lujuria, del morbo. Capaces de degustar el gusto de pecar, de entrar en uno de los siete pecados mas gustosos y prohibidos de la Tierra.
Y fue así...la verga dura, envuelta en aquel látex...entraba, con fuerza, en aquel orificio rojo y profundo, deseoso de recibir un desgarro y producir en él, la mas cautivante hemorragia de colorada pasión.
Entre abrazos, tocadas, tiradas de pelo...el acto sexual se perpetuaba...y sus cuerpos, sudados, experimentaban el afán del sexo. Una película de pasión, de lujuria...la formula perfecta de la fantasía. Cuerpos que experimentaban posturas, juegos...anatomías perfectas que le ganaban a la pureza y con la misma, la consumicion de aquella pasión.

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